Bolivia: ¿País de oportunidades?
Con las políticas que adoptó, Bolivia se ha convertido en un país de oportunidades para los bolivianos e inmigrantes que llegaron de diferentes países del mundo. En el último tiempo, ha logrado progresos importantes y disminuir los niveles de pobreza, pero queda todavía un trecho largo que recorrer, con no pocos retos y riesgos para lograr un verdadero nivel de progreso como país que permita a su población disfrutar de un verdadero bienestar.
Por Santiago A. Nishizawa, abogado boliviano, descendiente de inmigrantes japoneses de la Colonia San Juan de Yapacaní.
El pasado 6 de agosto, Bolivia celebró 197 años de su independencia. Aunque ha sufrido pérdidas de grandes territorios por las guerras que le tocó afrontar a lo largo de su historia, aún cuenta con un territorio extenso con sus 1.098.581 km2, de geografía y topografía diversas, con una riqueza natural inconmensurable, una población muy diversa, rica de culturas ancestrales, aunque numéricamente hablando pequeña. Su economía estuvo basada en la explotación de los recursos naturales hasta los inicios de la década de 1950, pero en los últimos 30 años la exportación de los productos no tradicionales ha alcanzado entre un 25% y 30% del total de las exportaciones. Con las políticas que adoptó, Bolivia se ha convertido en un país de oportunidades para los bolivianos e inmigrantes que llegaron de diferentes países del mundo.
En el último tiempo, ha logrado progresos importantes y disminuir los niveles de pobreza, pero queda todavía un trecho largo que recorrer, con no pocos retos y riesgos para lograr un verdadero nivel de progreso como país que permita a su población disfrutar de un verdadero bienestar.
Como boliviano, hijo de inmigrantes japoneses que llegaron a Santa Cruz hace más de 65 años en busca de nuevos horizontes, adoptaron a Bolivia como su segunda patria y después de realizar sus sueños con mucho esfuerzo y trabajo, se convirtieron en parte de este hermoso suelo boliviano, quiero compartir algunos pensamientos, a modo de homenaje sencillo pero sincero a mi país en su mes de la independencia, para contribuir con mi grano de arena a su mayor progreso.
Si bien durante el decenio del 2006 a 2015 Bolivia vivió un periodo de una extraordinaria bonanza económica, fundamentalmente por el alza de los precios de las materias primas en los mercados internacionales y logró incrementar su Producto Interno Bruto, según el Instituto Nacional de Estadística, de aproximadamente Bs 26 mil millones en 2005 a Bs49,3 mil millones en 2019, Bolivia sigue siendo un país relativamente pobre. En su artículo titulado “¿Estamos saliendo adelante?”, G. Colque señala que de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Bolivia es el segundo país con mayor tasa de pobreza extrema (13,4%), solo superado por Colombia (17,1%).
Es el país con la economía más pequeña entre los países sudamericanos, compartiendo con el Paraguay el último lugar en términos del PIB, pero siendo superado ampliamente por el país guaraní en cuanto a ingreso per cápita, $us5.400 frente $us3.400, Banco Mundial, 2021. Además ocupamos el último lugar en cuanto a Reservas Internacionales Netas (RIN) que bajaron a aproximadamente 4.300 millones de dólares. (G. Colque, 2022). Aún más: según datos del INE, en 2021 la pobreza extrema se redujo al 11,1% mientras que la pobreza moderada llegó a 36,6 %. Según el INE, la pobreza extrema se manifiesta principalmente en el área rural con un 23 %, en cambio la urbana llega al 6,1 %. Mientras que la pobreza moderada en el campo llega al 47,9 % y en las ciudades al 31,4 %.
Si sumamos la pobreza extrema con la pobreza moderada, el 47,7% de la población boliviana, es decir, aproximadamente la mitad de los bolivianos siguen viviendo en situación de pobreza. Entonces, la pregunta que nos surge es ¿por qué un país tan rico en recursos naturales como Bolivia sigue en estos niveles de pobreza? ¿Será posible que Bolivia haya caído en la denominada “maldición de los recursos naturales” o la “paradoja de la abundancia”? Yo creo que no, pero existe el serio riesgo de caer en un círculo vicioso que podría condenarla a muchos decenios de pobreza, si no se adoptan políticas adecuadas.
Trataré de fundamentar esta respuesta.
Según A. Costas, aunque pareciera poco creíble, “la evidencia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar que la pobreza está relacionada con la existencia de una significativa riqueza en recursos naturales. Esto permite sostener que los países ricos en recursos naturales, cuya economía se sustenta prioritariamente en su extracción y exportación, encuentran mayores dificultades para desarrollarse. Sobre todo, parecen estar condenados al subdesarrollo aquellos que disponen de una sustancial dotación de uno o unos pocos productos primarios. Estos países estarían atrapados en una lógica perversa conocida en la literatura especializada como la «paradoja de la abundancia» o la «maldición de los recursos naturales». Bajo crecimiento, mucha pobreza y altos niveles de desigualdad son algunos de los problemas que los afectan.
Pero además de estar menos desarrollados, estos países suelen tener Estados paternalistas y clientelares en el marco de sociedades poco democráticas. En su artículo, Costas analiza la maldición de los recursos naturales y sus efectos económicos y políticos, así como la maldición ideológica y sostiene, sin embargo, que sí pueden ser superadas; que no son inevitables. Según este investigador, la salida pasa por una estrategia integral que permita superar el extractivismo. (A. Costas, 2010).
Por su lado, A. F. Londoño, en su artículo “¿Por qué algunos países ricos en recursos naturales siguen siendo pobres?” señala que la Economía se ha encargado de estudiar desde sus orígenes qué hace que unas sociedades prosperen y otras no. Señala que ya por 1776, Adam Smith investigó profundamente en “La Riqueza de las Naciones” cuáles eran los factores determinantes para el éxito económico en una sociedad.
Citando a Fernández-Blanco señala que una de sus conclusiones fue que la riqueza de un país no procede de sus recursos, sino del trabajo que en él se desarrolla. Sobre esta base, Londoño R. señala que “la pobreza de países ricos en recursos naturales persiste debido principalmente a la presencia de instituciones políticas extractivas que tienen capturadas las rentas económicas en un país, desincentivando el desarrollo de dinámicas positivas que conducen a la prosperidad de una sociedad” (A. F. Londoño, 2019). Para sustentar lo señalado, recurre al libro de Acemoglu y Robinson titulado “Por qué lo países fracasan”, en el cual se demuestra con varios ejemplos (Corea del Norte, México, Argentina, África Subsahariana, Colombia, entre otros) que las sociedades suelen fracasar cuando se reúnen los siguientes elementos:
- El poder político está concentrado en una élite que utiliza al estado para la captación de rentas económicas en detrimento del resto de la sociedad y para perpetuarse en el poder.
- Producto de esa concentración del poder, la élite desarrolla instituciones económicas extractivas encaminadas a concentrar la riqueza y a perpetuar un desequilibrio entre ésta y el resto de la sociedad.
- El Estado crea desincentivos para el ahorro, la inversión y la innovación, al desproteger o proteger arbitrariamente los derechos de propiedad y los derechos contractuales.
- El Estado desincentiva la inversión y el crecimiento, al no garantizar niveles aceptables de educación y de desarrollo de infraestructura.
- El Estado es controlado por una élite reducida y no por la ciudadanía en general. Por ende, la ley no funciona para todos, sino para beneficiar a una élite al mando.
- El Estado no mantiene un monopolio de la fuerza.
Para estos autores, los países fracasan hoy en día porque sus instituciones económicas extractivas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove. Las instituciones políticas extractivas apoyan a estas instituciones económicas para consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción. Las instituciones políticas y económicas extractivas, aunque varíen en detalles bajo distintas circunstancias, siempre están en el origen de este fracaso. Según A. F. Londoño, en línea con lo anterior, Douglass North, premio Nóbel de Economía, destacó el papel de las instituciones en el desempeño económico de una sociedad. En los países ricos en recursos naturales donde persiste la pobreza, no es difícil observar que las instituciones no generan los incentivos adecuados para el desarrollo económico y no cumplen su función esencial de reducir las incertidumbres que surgen a partir de la interacción humana (costos de transacción). En palabras de North, “si la matriz institucional premia a la piratería (o, más generalmente, a las actividades redistributivas) más que a la actividad productiva, luego el aprendizaje tomará la forma de aprender a ser un mejor pirata” (Bour, 1993). De todo lo señalado, queda claro que el destino de un país depende de las políticas económicas que adopten sus gobernantes y del trabajo de sus habitantes, más que de la simple existencia o no de recursos naturales
El caso de Bolivia. El caso boliviano muestra características similares, en varios aspectos, a los casos de fracaso analizados por Acemoglu y Robinson, pero también resaltan otras características que la diferencian de aquellos. Entre las características que la diferencian se puede mencionar algunas que son relevantes para este breve análisis. Para comenzar, es preciso mencionar que (i) mediante la Ley de Participación Popular de 20 de abril de 1994 que estableció el principio de distribución igualitaria por habitante, de los recursos de coparticipación tributaria asignados y transferidos a los
Departamentos, a través de los municipios y universidades correspondientes, buscando corregir los desequilibrios históricos existentes entre las áreas urbanas y rurales, y la Ley de Descentralización Administrativa de 28 de julio de 1995, Bolivia implantó un modelo de redistribución de una parte importante de los ingresos del Estado que ayudarían al desarrollo de los municipios. (ii) Con la llegada al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2006, la tradicional “élite” fue sustituida por un grupo del entorno de su líder. (iii) También hay que destacar que las políticas de inclusión social han logrado avances notables. (iv) Por último, pero no menos importante, es necesario destacar el extraordinario desarrollo económico del departamento de Santa Cruz, impulsado por el Plan Bohan, que llegó a ser uno de los pilares de la política económica del país en su época y que convirtió a Santa Cruz en el motor económico de Bolivia. Estas características me hacen pensar que Bolivia tiene una salida de la situación de pobreza.
Para los bolivianos no es ninguna novedad que hasta la década de 1940 nuestra economía estuvo basada en un modelo mono exportador minero, estando sus principales centros de población y el centro de la economía concentrados en el altiplano boliviano, en tanto que las tierras bajas del oriente estaban poco desarrolladas y desconectadas del resto del país. A raíz de la explosión de la segunda guerra mundial y la invitación del gobierno de los Estados Unidos a Bolivia, a formar parte de los países aliados, por el interés de aquel país en asegurar con el mineral boliviano la provisión del estaño, un metal estratégico para la producción de armas durante ese periodo, dicho país inyectó recursos económicos en diferentes planes y programas de cooperación a Bolivia, implementando el denominado Plan Bohan entre 1941 y 1942.
Este Plan incluyó una propuesta de desarrollo económico en base a las potencialidades de recursos naturales (el petróleo en adición a la tradicional minería), para pasar de un modelo basado en la mono-exportación minera a uno que fortaleciera su aparato productivo agroindustrial, que sería el motor económico de la nación acompañado por la explotación del petróleo; con estrategias, como la construcción de una red de comunicaciones, comenzando con la carretera Cochabamba – Santa Cruz, creación de la Corporación Boliviana de Fomento, la implementación del Banco Agrícola, la creación de un ingenio azucarero en Montero, entre otras, que vigorizaron la agricultura en el desarrollo del mercado interno de Bolivia. El Plan Bohan comenzó a ser ejecutado en 1942.
Con la Revolución Nacional de 1952, el reconocimiento del voto universal, la nacionalización de las minas y el petróleo, y la Reforma Agraria de 1953 y la redistribución de la tierra, el gobierno del entonces presidente Víctor Paz Estenssoro tomó el Plan Bohan e impulsó el desarrollo de las tierras bajas del oriente boliviano y se inició la llamada “Marcha al Oriente”, con planes de colonización con migración interna e inmigración de extranjeros, como se señala en el libro publicado por la Fundación PIEB, titulado “Santa Cruz, economía y poder, 1952-1993”, dirigido por Carmen Dunia Sandoval. “Fue el proyecto de colonización más planificado. Ejecutado por la Corporación Boliviana de Fomento (CBF), contó con el apoyo del programa andino de las Naciones Unidas. La dotación de tierra para cada colono era de cincuenta hectáreas, y se le proporcionó vivienda y asistencia técnica”. (C. D. Sandoval, 2003).
En este marco, se establecieron colonias menonitas y también 4 colonias japonesas en el oriente boliviano. Las Colonias Okinawa I, II y III, y la Colonia San Juan de Yapacaní. Los inmigrantes japoneses recibieron del gobierno boliviano la dotación de 50 hectáreas por familia, pero no recibieron vivienda ni asistencia técnica. Sí recibieron apoyo de una organización que antecedió a la que hoy es la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, sobre todo a partir de 1970 cuando Japón comenzó a recuperarse económicamente. El asentamiento de los colonos de Okinawa en territorio boliviano comenzó en 1954 y obedeció a un plan de migración del gobierno de “Ryukyu” (actual Okinawa de Japón que estaba ocupado por EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial) (H. Higa, 2013), que coincidió con el plan de desarrollo de las tierras bajas del oriente boliviano que estaba siendo implementado con la cooperación del gobierno norteamericano. Los inmigrantes de Okinawa sufrieron grandes adversidades debido una epidemia desconocida que causó la muerte de muchos compatriotas y se vieron obligados a trasladarse de lugar de asentamiento en dos oportunidades y en menos de dos años, antes de llegar al lugar que actualmente se conoce como las Colonias Okinawa I, II y III.
En cambio, la Colonia San Juan de Yapacaní se inició como un emprendimiento privado del empresario Toshimichi Nishikawa que planificó la creación de una empresa azucarera, con plantaciones propias de caña de azúcar y la instalación de un ingenio azucarero en esa localidad, dirigiendo el primer grupo de 88 inmigrantes japoneses que llegaron a Santa Cruz en 1955, entre los cuales estaba la familia de mi madre. Mi padre llegaría años más tarde con su familia. El proyecto de Nishikawa fracasó pero los inmigrantes permanecieron en la Colonia a donde llegaron sucesivas inmigraciones organizadas por el gobierno japonés, impulsadas por la firma del convenio de migración por los gobiernos de Bolivia y Japón el 2 de agosto de 1956 (H. Fukaura y K. Nagai, 2013). Hasta 1972, llegaron a San Juan de Yapacaní 1654 inmigrantes japoneses (ABJ San Juan, 2005). Los colonos de San Juan tampoco estuvieron a salvo de las adversidades. San Juan era una selva virgen sin caminos ni servicios. La carretera llegaba solo hasta San Carlos. Desde allí tuvieron que trasladarse 11 kilómetros al norte, en carretones tirados por bueyes que cargaban sus equipajes tardando dos días para arribar hasta el ingreso de la localidad que hoy se conoce como San Juan de Yapacaní. Tan duro fue el primer periodo de 14 años de la colonización que aproximadamente dos tercios de los inmigrantes abandonaron la colonia, algunos para regresar al Japón y otros para trasladarse al Brasil o Argentina.
Con el tiempo, con sacrificio, trabajo perseverante y modernización de las técnicas de producción, ambas colonias lograron convertirse en verdaderos modelos de desarrollo agrícola en Bolivia. Actualmente viven unos 700 japoneses en cada colonia, Okinawa y San Juan, y son reconocidas a nivel nacional por sus contribuciones al desarrollo de Bolivia, en especial en cuanto a la modernización de la producción agrícola, su eficiencia, y otras meritorias características de su modelo de cooperativismo. Sus principales productos son arroz, huevos, soya y nueces de macadamia, entre otros. La colonia Okinawa fue nombrada como la “Capital Triguera de Bolivia” en 2002, y “Máximo Exportador de Soya” en 2005. La colonia San Juan fue nombrada como la “Capital Nacional del Arroz” en 2009 (Fuente: Facebook de la Embajada del Japón en Bolivia, publicación del 10 de julio de 2019).
Hasta 1982 en las colonias nacionales (migración interna) se asentaron 13.600 familias y un total de 64.000 bolivianos. En las colonias menonitas, se asentaron 2.075 familias con 13.492 inmigrantes. En las colonias japonesas (Okinawa I, II y III, y San Juan de Yapacaní) llegaron a asentarse 432 familias, con un total de 2.485 inmigrantes japoneses. (C. D. Sandoval, 2003). Todas estas colonias contribuyeron en el desarrollo agrícola para lograr, primero, el autoabastecimiento alimentario de Bolivia y, luego, la exportación de productos agrícolas (productos no tradicionales).
Gracias a la política económica de los gobiernos de entonces que adoptaron el Plan Bohan y lo hicieron suyo y la combinación de los esfuerzos de los emprendedores cruceños, los inmigrantes tanto nacionales como los extranjeros, y la explotación petrolera en la región, sumado al apoyo del gobierno central con la construcción de la red de comunicaciones, la implementación de créditos de fomento agrícola a través del Banco Agrícola y posteriormente de los banco privados que surgieron para apoyar al desarrollo económico, Santa Cruz logró un crecimiento extraordinario en las últimas siete décadas. Según datos del INE, la población del departamento de Santa Cruz creció de 244.658 habitantes en 1950 a aproximadamente 3.425.399 habitantes en 2022 (proyectado por INE). Asimismo, la población de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra que en 1950 era de 42.746 habitantes, creció a 1.903.398 habitantes en 2022 (proyectado por INE). Según la Fundación Emprender Futuro, Santa Cruz aporta el 31% del PIB nacional, registra la tasa de crecimiento más alta del país y se ha convertido en el motor económico de Bolivia. Todo lo señalado me hace creer que Bolivia no ha caído en la denominada “maldición de los recursos naturales” y puede seguir siendo un país de oportunidades, siempre y cuando vaya resolviendo algunos problemas.
Uno de los aspectos que requiere una atención prioritaria es el deterioro de la seguridad jurídica y la falta de protección adecuada a la propiedad privada. No obstante a la consagración de este derecho en la Constitución Política del Estado, no existe una clara política para su protección, lo cual desincentiva el ahorro, la inversión y la innovación, y que constituye una de las características de los países que no logran prosperar. Cuando vemos un incremento notorio de conflictos por avasallamientos de propiedades agrarias, particularmente en Santa Cruz, con 42 denuncias de despojos de tierra en este departamento en sólo un año (J.P. Chumacero, 2022), así como invasiones masivas a áreas protegidas dirigidas por organizaciones sindicales relacionadas con el MAS como se denuncia en el reportaje “Traficantes de tierra invaden área protegida de Bajo Paraguá en Bolivia” (I. Paredes, 2021) nos hace recordar las palabras del Premio Nobel D. North, “si la matriz institucional premia a la piratería (o, más generalmente, a las actividades redistributivas) más que a la actividad productiva, luego el aprendizaje tomará la forma de aprender a ser un mejor pirata” (Bour, 1993). Esto nos lleva a otro de los aspectos que requiere de una verdadera lucha frontal: nos referimos a la corrupción, pues Bolivia está calificada como uno de los países con mayor grado de corrupción en Latinoamérica (InSight Crime, 11 Feb 2022). También desincentiva la inversión y el crecimiento, al no garantizar niveles aceptables de educación y de desarrollo de infraestructura. A esto debemos añadir la precaria situación de la población campesina en la región del altiplano como se señala en el artículo “A 69 años de la Reforma Agraria y a 11 de la Revolución Productiva, la agricultura campesina andina sigue estancada” (Y. Mamani, 2022).
Por las lecciones y experiencias de los otros países, así como del ejemplo del desarrollo económico de Santa Cruz, que sin duda tendrá también muchos aspectos que corregir y complementar, así como de las colonias de inmigrantes tanto nacionales como extranjeros que contribuyeron en el desarrollo cruceño y nacional, considero que la salida del estancamiento de la economía campesina andina en particular, y de la economía boliviana en general, pasa por la adopción de políticas económicas adecuadas. Dichas políticas deberán priorizar la institucionalización del Estado, comenzando con la seguridad jurídica y el establecimiento de incentivos adecuados, como la protección a la propiedad privada, que tiene que ir acompañada naturalmente con el cumplimiento de la función económica y social establecida en la Constitución, y con un programa de educación que incentive la innovación y la superación personal. Dentro de ese marco, el diseño de un plan de desarrollo del altiplano, similar al propuesto por el Plan Bohan para las tierras bajas del oriente, pero adaptado a la región andina y a la cultura de sus habitantes, sería de suma importancia. Los pagos de bonos y subsidios evidentemente ayudan a la lucha contra la pobreza con resultados inmediatos, al corto y mediano plazos, pero no solucionan el problema de fondo. Deben ir acompañados de un programa de educación a mediano y largo plazos que incentive la innovación y la superación por sí mismos. Los ejemplos de países exitosos muestran también la importancia de incentivar a las iniciativas privadas para que coadyuven, junto con las inversiones públicas, en el desarrollo económico, de tal manera que el país logre salir de la fase primaria del extractivismo, y se oriente a la producción con valor agregado, dentro de un modelo sostenible y amigable al medio ambiente y a nuestra Madre Tierra. Así, los ricos recursos naturales que posee Bolivia no serán de ninguna manera una maldición, sino al contrario una bendición. Entonces, sin duda alguna, Bolivia seguirá siendo el país de oportunidades. *Santiago A. Nishizawa es abogado boliviano, descendiente de inmigrantes japoneses de la
Referencias:
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Alberto Acosta, “Maldiciones que amenazan la democracia”, Revista Nueva Sociedad No 229, septiembre-octubre de 2010, ISSN: 0251-3552, www.nuso.org
Andrés Felipe Londoño R., “¿Por qué algunos países ricos en recursos naturales siguen siendo pobres?”, 26 Enero 2019.
Daron Acemoglu y James A. Robinson, “Por qué lo países fracasan” Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, Crítica, México, 2012.
Bour, E. (1993). Instituciones por Douglass North. Obtenido de http://ebour.com.ar/pdfs/Instituciones,%20de%20Douglass%20North.pdf
Carmen Dunia Sandoval Arenas, “Santa Cruz, economía y poder, 1952-1993”, Fundación PIEB, 2003.
Juan Pablo Chumacero, “Conflictos por la tierra y el Estado “cautivo””, Fundación Tierra, 2 Agosto 2022.
Iván Paredes Tamayo, “Traficantes de tierra invaden área protegida de Bajo Paraguá en Bolivia”, Series de Mongabay: Especiales transnacionales, Mapas del delito, 12 Julio 2021
Yohony Mamani, “A 69 años de la Reforma Agraria y a 11 de la Revolución Productiva, la agricultura campesina andina sigue estancada”, Fundación Tierra, 2 Agosto 2022.
Instituto Nacional de Estadística (INE), datos sobre el PIB histórico, población, exportaciones tradicionales y no tradicionales.
Hiroshi Higa, “Capítulo VI. Establecimiento y desarrollo de la Colonia Okinawa”, Los japoneses en Bolivia, Federación Nacional de Asociaciones Boliviano-Japonesas, Plural Editores, 2013.
Haruko Fukaura y Kazuo Nagai, “Caítulo VII. Fundación y desarrollo de la Colonia San Juan”, Los japoneses en Bolivia, Federación Nacional de Asociaciones Boliviano-Japonesas, Plural Editores, 2013.