
El cambio político que se avecina será una prueba de fuego: de la capacidad del nuevo gobierno para enviar señales claras y recuperar la confianza dependerá que el país vuelva a ser visto como un socio energético estratégico en Sudamérica.
A pocas semanas de que Bolivia defina en las urnas el rumbo político tras casi dos décadas de continuidad gubernamental, las miradas internacionales se posan con atención sobre el futuro de un sector estratégico: los hidrocarburos. Desde Brasil, el profesor, consultor y experto en energía e hidrocarburos, Edmar Almeida, analiza con precisión cómo se percibe la situación boliviana y cuáles son los pasos urgentes para recuperar confianza y competitividad en la región.
Un diagnóstico crítico: la falta de inversión
Almeida sostiene que el gran problema del sector hidrocarburífero boliviano es la ausencia de inversión en exploración de nuevas reservas. Sin reservas suficientes, advierte, no hay seguridad ni para el abastecimiento interno ni para el sostenimiento de las exportaciones. El académico recalca que la exploración es una actividad de altísimo riesgo y que solo se dinamiza cuando existe una remuneración adecuada y un sistema fiscal atractivo.
En ese sentido, señala con claridad que “el sistema fiscal boliviano no resulta atractivo para las empresas privadas”, lo que ha reducido la llegada de capitales en la última década y ha puesto al país en una posición cada vez más frágil frente a sus socios regionales.
Definir el rol de Bolivia en el Cono Sur
El entrevistado remarca que Bolivia debe enviar señales claras al mercado regional e internacional respecto a su estrategia energética. La gran pregunta, según Almeida, es si el país optará por abrir nuevamente el sector a la inversión privada o si continuará con un modelo cerrado que limita la participación de capitales externos.
De esa decisión dependerá la capacidad de Bolivia para definir el rol que quiere asumir en la integración energética del Cono Sur. Con conexiones físicas tanto con Argentina como con Brasil, el país tiene una ubicación estratégica que podría convertirlo en un hub regional, siempre y cuando establezca reglas claras y competitivas para atraer socios.
Oportunidades en gas, renovables y litio
El experto brasileño reconoce que, a pesar de las dificultades, Bolivia sigue teniendo oportunidades relevantes en el corto y mediano plazo. La primera, ligada a su infraestructura existente: el país ya está interconectado con Argentina y Brasil, lo que facilita la posibilidad de participar en un esquema donde el gas argentino fluya hacia el mercado brasileño a través del territorio boliviano.
A esto se suma la chance de revitalizar la producción de gas mediante inversiones frescas, condición indispensable para sostener tanto el consumo interno como los compromisos de exportación.
Pero las oportunidades no terminan allí. Almeida destaca que el potencial en energías renovables, en especial solar, es enorme. Si Bolivia logra adaptar las experiencias exitosas de otros países de la región, podría diversificar su matriz energética y atraer nuevos capitales. Además, el litio se suma como un recurso estratégico cuya explotación eficiente y sostenible podría otorgar al país un papel central en la transición energética global.
El reto inmediato: asegurar las exportaciones
Mirando hacia adelante, Almeida es categórico: “Abrir el sector a la inversión privada para incrementar reservas y revitalizar yacimientos productores es una prioridad impostergable”. Sin ello, Bolivia no podrá garantizar gas suficiente ni para su propio mercado ni para mantener los actuales volúmenes de exportación.
El académico advierte que hoy el principal problema es el desbalance entre producción y demanda: mientras la oferta declina, los compromisos internos y externos continúan. Esta tensión se volverá insostenible si no se adoptan medidas que permitan recuperar reservas y generar un clima atractivo para los inversores.
Mirada internacional: expectativas ante el cambio político
Desde Brasil, la percepción sobre Bolivia es clara: existe interés en su futuro energético, pero también incertidumbre. El inminente cambio de gobierno, después de casi 20 años de continuidad, genera la expectativa de que se puedan replantear reglas de juego, atraer capitales y recuperar la confianza regional.
Para Almeida, la clave estará en cómo Bolivia defina su estrategia en el nuevo ciclo político. Si el país decide insertarse activamente en la integración energética del Cono Sur y abrir espacio a la inversión privada, tendrá la posibilidad de reposicionarse como un actor relevante. Si, en cambio, mantiene un esquema cerrado y poco atractivo, corre el riesgo de marginarse en un momento en que la región avanza hacia nuevas formas de cooperación energética.