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Crece la crisis en Argelia y hace peligrar suministro de gas a Europa

La inestabilidad política, económica y social ha sido una constante en la historia de Argelia. El pico más reciente de conflictividad aún está en plena ebullición. Desde febrero, millones de personas han salido a la calle para exigir un cambio de gobierno y, principalmente, un cambio de sistema. Abdelaziz Bouteflika, que estaba en vías de convertirse en presidente vitalicio, se vio obligado a dimitir después de 20 años en el poder. El expresidente está postrado en una silla de ruedas desde que sufrió un accidente cerebrovascular en el año 2013.

Sin embargo, la renuncia de Bouteflika no ha calmado la tormenta de arena. Abdelkader Bensalah le sucedió en el cargo. Es el presidente de la cámara alta del Parlamento y ha convocado elecciones para el próximo 4 de julio, pero esto no parece haber aplacado los ánimos. Las protestas siguen y las calles arden.

Este panorama pone en alerta a la Unión Europea y a España, ya que Argelia es uno de los principales aliados energéticos del continente.

España es uno de los grandes amigos de Argelia en el continente europeo. Es el segundo mayor comprador de gas argelino, solo por detrás de Italia. Asimismo, importa la mitad del gas que consume del país magrebí. La Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíficos (Cores) indicó que durante 2018 el país tuvo que importar el 51% de gas de Argelia. La dependencia del gas argelino incluso ha sido mayor: en 2015 España importó de Argelia el 62% del gas que consumió.

En el país norteafricano están presentes empresas españolas, pero sobre todo las compañías energéticas. Entre ellas destaca Repsol, que cuenta con cinco campos de petróleo con una producción de 18.000 barriles diarios. Además, la empresa opera en dos perímetros exploratorios y participa en el macroproyecto de extracción de Reganne Norte, donde se extraen ocho millones de metros cúbicos de gas de seis campos (Azrafil Sud-Est, Kahlouche, Kahlouche Sud, Tiouliline, Sali y Reggane), el equivalente al 10% de la demanda total del país. Cepsa también ha obtenido importantes licencias. La empresa española explora y extrae tanto crudo como gas, participa en el rico campo de Timimoun y explora el bloque de Rhourde el Rouni II.

La empresa eléctrica y gasística Naturgy, por su parte, también participa en la estructura exploratoria en Argelia, que es además el principal proveedor de gas natural de la empresa.

Los lazos entre ambos países no solo se limitan al intercambio energético de gas y crudo. Otros importantes acuerdos en materia de transporte, agua y comercio, elevan la relación comercial. Respecto al agua, varias empresas nacionales han instalado plantas desalinizadoras en las costas argelinas. FCC, a través de Aqualia, se adjudicó las plantas desalinizadoras en la costa de Mostaganem. Abengoa hizo lo mismo con la planta de Ténès por 25 años y Acciona con la desalinizadora de Fouka.

En el sector transporte CAF acordó suministrar 17 trenes para servicios regionales y 14 unidades para el metro de la capital Argel. Ambas naciones están unidas vía mar a través de las navieras Balearia y Trasmediterránea y, por aire, a través de las aerolíneas Iberia y Vueling, que llegan directamente a Argel y Orán.

En el aspecto comercial, numerosas franquicias españolas de todo tipo hacen vida en las principales urbes de Argelia. En la banca, por ejemplo, Caixabank y Sabadell tienen oficinas en la capital.

Según la Dirección General argelina de Aduanas, el país magrebí logró vender a España en 2018 el 12,5% de sus exportaciones. El mercado español es su segundo mayor cliente extranjero, solo por detrás de Italia. España suministró a Argelia el 7,6% de las importaciones de este país, lo que la situó como el cuarto mayor proveedor. Según el Ministerio español de Industria, Turismo y Comercio, en 2018 se le vendió a Argelia bienes por valor de 3.384 millones de euros. El 94,6% de las importaciones de España son gas y el resto son productos químicos inorgánicos y abonos.

El gas como arma geopolítica

Es de suma importancia que la UE compense la peligrosa dependencia energética de Rusia con la de sus aliados en el Magreb. Argelia históricamente ha sido el gran exportador de gas proveniente de África hacia Europa. Las tensas relaciones de Rusia con sus pares europeos son notorias. Además, Rusia ha utilizado los recursos energéticos –principalmente el gas– para tener una posición fija y fuerte a la hora de negociar con la UE en momentos críticos, como en la crisis de Ucrania.

Vladimir Putin ha dejado claro sus intenciones con la antigua república socialista soviética. Luego de arrebatarle Crimea, las aguas territoriales del mar Negro y promover una guerra civil en el este del país, Rusia juega la carta del gas a placer.

La compañía estatal Gazprom, el gigante gasístico ruso, se ha convertido en una especie de arma para que Rusia lleve a cabo sus estrategias y logre sus objetivos geopolíticos en la región.

Moscú ha usado Gazprom como brazo energético en Georgia, Bielorrusia y Ucrania. El último episodio ucraniano es el mejor ejemplo del uso del gas como arma geopolítica cuando en los momentos más álgidos del conflicto por Crimea y demás territorios la empresa decidió detener el envío de gas natural a través de su “aliado” en Kiev, Naftogaz, a pesar de los fallos a favor de la empresa ucraniana en los tribunales de Estocolmo.

Si Europa sigue por el camino de la dependencia rusa, podría enfrentar situaciones similares. Según Eurostat, el 95% de las importaciones de gas a la UE proviene tan solo de cuatro países: Rusia, Noruega, Argelia y Qatar. Noruega ha sido el proveedor más fiable del bloque. Con una producción de crudo y gas sostenida y una estabilidad política envidiable, el país nórdico figura como el principal aliado energético de la UE. Sin embargo, la producción de gas noruego no da abasto para abarcar el mercado que cubre el gas ruso, ya que actualmente se ubica en el 38,8% de las importaciones gasísticas al bloque, frente al 40,6% de gas ruso que llega a los países europeos.

Qatar, por su parte, provee solo el 4,9% del gas que llega al continente. Las distancias con Europa hacen difícil una mayor dependencia del país árabe, sobre todo si se compara con la cercanía de los otros tres proveedores. Además, las cuestiones políticas hacen del pequeño país un lugar inestable, con denuncias que afirman que Qatar es un patrocinador del Estado Islámico, lo que le ha traído problemas con las potencias que combaten el yihadismo en la zona.

Argelia provee en la actualidad aproximadamente el 10,7% del gas que se consume en la UE. Las cifras indican que las exportaciones de gas argelino han ido en constante crecimiento hacia el continente y se han duplicado desde 1994. Asimismo, la UE prevé que las importaciones energéticas aumenten debido a la demanda que sigue creciendo. En ese sentido, las compras de gas podrían representar entre un 80 y 90% de la demanda europea en 2030.

De esta manera, en el horizonte europeo la dependencia energética es una realidad innegable. El bloque debe velar por el futuro y la sostenibilidad de la demanda de gas en el continente, pero a su vez, debe pensar en los factores geopolíticos que deben obligar a la UE a mirar hacia el sur, hacia África del norte.

¿La crisis argelina detendrá el suministro?

Este capítulo de inestabilidad en Argelia ha abierto nuevamente las dudas y preocupaciones sobre la estabilidad en el suministro de gas a Europa.

Sin embargo, la historia indica que los numerosos episodios de violencia, guerra y disturbios no han sido impedimento para el envío constante y seguro de gas a España y otros países de la UE. Desde la cruenta guerra de independencia, cuando el Frente de Liberación Nacional argelino expulsó al colonialismo francés, Argelia ha ido progresivamente contando con el apoyo incondicional de Europa.

El país africano incluso pasó por una tortuosa guerra civil que enfrentó al fundamentalismo islámico rebelde contra el gobierno central laico, un conflicto que duró una década y empezó en 1991. Estos años fueron marcados por brutales atentados contra civiles y numerosos combates urbanos entre rebeldes y oficialistas, pero la industria energética nunca mermó y tanto la producción como la exportación de gas y petróleo hacia Europa no cesó. Incluso gigantes europeos energéticos, como la británica BP, la francesa Total y la española Repsol continuaron las inversiones en grandes proyectos dentro del territorio argelino. De hecho, las inversiones aumentaron de tal manera que en 1996, en pleno conflicto civil, se construyó el gasoducto Magreb-Europa, que cruza el Mediterráneo y conecta directamente con España, uno de los proyectos pioneros en la relación entre Argelia y el viejo continente.

De esta manera, el suministro estable a corto plazo parece más que garantizado. No obstante, sí es necesario un liderazgo en el país y una situación institucional coherente para que la producción y exportación de hidrocarburos esté completamente garantizada y libre de preocupaciones a las empresas transnacionales y a las naciones europeas. A nivel institucional, Sonatrach, empresa estatal argelina encargada de gestionar todo lo que tiene que ver con la exploración, producción y exportación de gas y crudo, ha tenido seis directores ejecutivos en los últimos nueve años. Si a esta realidad se le añade el débil estado democrático en el país y la más reciente crisis que deriva en una clara falta de liderazgo, la confianza de las inversiones extranjeras pudiera verse afectada.

España, por su parte, puede estar tranquila. Hasta el día de hoy el suministro de gas no ha sufrido ninguna perturbación y no se espera que se produzca. Los antecedentes indican que la prioridad tanto para los países europeos como para Argelia es mantener el flujo constante de gas y crudo por el bien de todos de los actores.

(Energía 16)

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