
Mauricio Medinaceli: Un beneficio colateral “casi olvidado” de la exportación de gas natural hacia el Brasil
El sector hidrocarburos en nuestro país aún tiene mucho que ofrecer, el recurso está ahí abajo, los mercados por el momento también están presentes, la capacidad técnica existe, solo es cuestión de cambiar las reglas de juego para que este recurso llegue tranquilamente al consumidor final.
Hace más de 50 años atrás, me cuentan, había un dicho en la industria petrolera que iba, más o menos, así: solo hay algo peor que un pozo seco, un campo de gas natural. Las razones eran claras, el mercado para este producto estaba muy poco desarrollado y los costos de transporte (por ductos) y comercialización eran elevados. Hoy en día el dicho puede ser modificado de la siguiente manera: solo hay algo peor que un pozo seco, es un campo de gas natural en el lugar incorrecto.
En el caso boliviano este viejo dicho aplica muy bien y tiene un componente adicional que complica aún más las cosas: los líquidos asociados. Economista al fin, siempre busco formas sencillas para entender los aspectos técnicos de la industria hidrocarburífera. Por ello (y solicitando una licencia a mis queridos amigos ingenieros) me permito explicar el dilema de los campos de gas bolivianos a través de un sencillo ejemplo.
Un campo de gas natural con líquidos asociados es como una botella de Coca Cola (o Pepsi si así lo prefiere), cuando usted agita esta botella (y está llena) inmediatamente salen dos “productos”: líquido y gas. Algo muy parecido sucede bajo tierra, en la corriente de gas natural también existen líquidos livianos asociados. La gracia de estos productos es que de ellos se obtiene gasolina y gas licuado de petróleo (GLP). Por esta razón es necesario construir plantas que separen la corriente de gas natural en todos sus componentes, de ahí su nombre, Plantas de Separación.
Esta característica técnica en los campos productores bolivianos era motivo de preocupación seria durante la década de los ochenta. Y no era para menos. Utilizando como fuente de información la base de datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) se construye la Figura 1, en ella se presenta los principales destinos de la producción bruta de gas natural. La exportación y el gas natural “no aprovechado” representan el 40.3% y 42.2% del total producido, respectivamente; el tercer destino más importante fue la generación eléctrica con 5.9%, luego el consumo propio (3.6%), el consumo destinado al sector industrial del país (3.5%), los centros de gas (2.7%) y el resto. Ver Figura 1.

En la clasificación que utiliza OLADE se denomina “no aprovechado” a todo el gas natural que fue quemado, venteado y/o reinyectado, desafortunadamente no se tienen cifras oficiales para segmentar esta información; sin embargo, no resulta contraintuitivo mencionar que la quema y venteo de gas fue mayor a los niveles de reinyección, lo que generó al menos dos tipos de problemas: 1) de tipo ambiental y; 2) quizás el que más preocupó en su momento, de tipo económico, ya que el gas natural era quemado y/o venteado cuando tenía un valor económico, ya sea dentro el país o en los países vecinos, Brasil y Argentina.
Entonces ¿Por qué era desaprovechado tanto gas natural? Porque si bien no había las condiciones para comercializar este producto, Bolivia estaba “sedienta” por los líquidos asociados, en particular, la gasolina. En este sentido, era necesario sobreexplotar un campo de gas para obtener ese producto maravilloso que cumplía dos funciones: 1) dar energía a los automóviles y; 2) generar impuestos al consumo, en una época post inflacionaria donde al país le urgían ingresos fiscales. Como ya lo mencioné, este producto maravilloso era la gasolina.
¿Qué permitió entonces el proyecto de exportación al Brasil? Tal como se ve en la Figura 2, gracias a este proyecto ya no hubo la necesidad de “desaprovechar” el gas natural producido, porque éste ya tenía un mercado seguro y sólido: el Brasil. A partir del año 1999 Bolivia pudo separar cómodamente los líquidos de la corriente de gas natural. Ver Figura 2.

No son pocas las oportunidades cuando escribo sobre los aspectos positivos que trajo el proyecto de exportación al Brasil, desde un punto de vista económico, financiero, social, medioambiental, de integración, de balanza comercial, superávit fiscal, la “bolivianización” de la economía, pobreza y otros más, este proyecto fue un éxito. Ahora comparto un aspecto positivo adicional, el óptimo aprovechamiento del gas natural producido.
El sector hidrocarburos en nuestro país aún tiene mucho que ofrecer, el recurso está ahí abajo, los mercados por el momento también están presentes, la capacidad técnica existe, solo es cuestión de cambiar las reglas de juego para que este recurso (tan noble con nosotros) llegue tranquilamente al consumidor final. Creo yo que este cambio en las reglas del juego parte por abandonar etiquetas y darle la bienvenida al diálogo, tal como se hizo con el GSA al Brasil.